domingo, 27 de enero de 2013

Agujeros negros en el planeta azul

"Vamos hacia un gran sol!". Éste fue el último mensaje enviado por el radiotelegrafista del Grumman, desaparecido el primero de julio de 1969. Cuando, trascurrido el plazo fijado para el regreso, el aparato no volvió a su base ni contestó a las llamadas que desde ésta se le hacían, se organizó una gran operación de búsqueda con medios aeronavales, que rastrearon una amplía zona del mar. Unicamente se logró hallar restos dispersos del aparato desaparecido, entre ellos dos asientos.
Poco tiempo antes, el 15 de mayo del mismo año, otro avión gemelo Grumman cayó en la misma zona. En ambos casos, entre muertos y desaparecidos, hubo catorce víctimas en total. La encuesta hecha por las autoridades declaró "inexplicable" el siniestro.

Pero de 1952 a 1970, cinco modernos submarinos habían desaparecido también de manera inexplicable, en la misma región marina. El lector avisado, naturalmente, supondrá que nos estamos refiriendo al famoso Triángulo de las Bermudas. Pues, no.

El "triángulo" a que nos estamos refiriendo se encuentra en el Mediterráneo occidental: sus vértices son el monte Canigó, en los Pirineos franceses (donde entre 1945 y 1969 se produjeron once catástrofes aéreas, con más de doscientas víctimas humanas), la localidad africana de Tinduf, cerca de la frontera conjunta de Mauritania, Marruecos y Argelia, y las Islas Canarias. En toda esta amplía zona son también muy frecuentes las observaciones de ovnis (especialmente en las Canarias y el sur de España)! no sólo en tierra, sino en el mar y "bajo las aguas" del mar.

Fuerzas misteriosas

El avión Grumman que emitió el extraño mensaje era un avión militar español, cuyo comandante, el capitán Antonio González de Boado, era amigo mio y -curiosamente- uno de los pocos militares españoles del Arma Aérea que se tomaba en serio la cuestión de los ovnis. El capitán Boado había publicado interesantes artículos sobre el tema en la Revista de Aeronáutica y Astronáutica del Ministerio del Aire, y había dado muchas conferencias sobre Ufología a sus compañeros de promoción, que le querían y le respetaban.

¿Actúan entonces en esta zona las mismas fuerzas misteriosas y maléficas que parecen actuar en el Triángulo por antonomasia, el de las Bermudas?

El texto que abre este artículo se publicó al comienzo de mi libro Los doce triángulos de la muerte, y a continuación decía que este triángulo y once más fueron ya señalados por el malogrado investigador y biólogo van Sanderson y sus colaboradores de SITU (Society for the Investigation of the Unexplained), de Nueva Jersey. Este grupo estaba formado por científicos especializados en distintas disciplinas: geólogos, meteorólogos, físicos, astrónomos, etc. Según ellos, existen en el planeta doce zonas de grandes perturbaciones geomagnéticas. Dos de ellas son los Polos y las restantes son todas marítimas. Se encuentran repartidas muy regularmente: cinco de ellas alrededor del paralelo 30 grados de latitud norte, y otras cinco en el paralelo 30 grados sur. Están separadas por distancias de 72 grados en cuanto a longitud.

Varios hechos sorprendentes se hallan asociados con estas zonas (que, más que triangulares, son romboidales; configuran un rombo inclinado unos 45 grados sobre el Ecuador). Todas ellas son zonas "calientes", donde los avistamientos de ovnis son frecuentes; en todas ellas se registran extraños fenómenos de distorsión del espacio-tiempo; en todas el las la brújula se desvía unos cinco grados del Norte magnético; casi todas ellas se hallan cruzadas por la famosa línea BAVIC, descubierta por Aimé Michel y, aunque se ha exagerado mucho, en todas ellas se registran hechos inexplicables y misteriosas desapariciones de barcos y aviones.

¿Pero por qué se menciona únicamente una de estas zonas, el Triángulo de las Bermudas? Es muy sencillo: esta zona, por su ubicación geográfica, es la que registra un mayor tráfico marítimo y aéreo. Sólo es comparable a ella el "Triángulo del Diablo", en el mar del Japón, que también se ha ganado una cierta fama de lugar maldito. Los restantes "triángulos" caen en zonas marítimas de escaso o nulo tráfico marítimo o aéreo (ya hemos dicho que dos de ellas corresponden a los Polos), y esto explica que raramente se las mencione.

¿Por qué los triángulos?

¿Cómo se explica la distribución tan regular que tienen los triángulos (O habría que llamarlos "rombos") sobre la superficie del planeta? Se han barajado varias hipótesis para explicarlos. Barry Goodman, en el excelente estudio que ha consagrado al tema, señala que estos doce puntos sobre el globo terráqueo, y las líneas que los unen, definen un objeto sólido con quince lados triangulares. Este objeto sería parecido a un cristal o a una piedra preciosa perfectamente tallada. Para explicar esta extraña disposición podemos plantearnos tres posibilidades:

a) Un fenómeno natural de rara simetría, cuyo ejemplo más claro lo encontramos en los cristales.
b) Establecimiento deliberado de una configuración simétrica por parte de seres inteligentes, con fines que se nos escapan (los misteriosos círculos que aparecen en campos de cereales ingleses podrían ser algo parecido), y
c) Una combinación de a) y b), o sea el establecimiento de una configuración simétrica por seres inteligentes, aprovechando un fenómeno natural preexistente de naturaleza simétrica.

Barry Godman estuvo bastante cerca de la verdad -como veremos más adelante- al formular esta teoría. El único fenómeno natural preexistente digno de tenerse en cuenta tiene que estar forzosamente relacionado con el geomagnetismo, del que no lo sabemos todo ni mucho menos. Una cosa que sí sabemos, por ejemplo, es que los polos no han ocupado siempre su posición actual, sino que se han desplazado sobre la superficie de la Tierra en el transcurso de las edades geológicas. Las partículas magnetizadas de mineral de hierro que se encuetran en algunas rocas muy antiguas apuntan hacia otro Polo Norte magnético distinto del actual. Pero sería muy sorprendente que los antiguos polos magnéticos hubiesen coincidido con tanta precisión con los puntos regularmente espaciados de los "triángulos" actuales. Eso significaría que el eje del planeta ha ido cambiando sucesivamente de inclinación un número "exacto" de grados y minutos) como un mecanismo de relojería gigantesco, lo que nos lleva casi a desechar esta explicación.

Inversión de los polos

Sin embargo, hay una ciencia novísima que nos puede enseñar algunas cosas. Esta ciencia es el Paleomagnetismo. Hay dos hechos sorprendentes, comprobados por esta joven ciencia: 1) 0 los continentes han derivado millares de kilómetros en la superficie del globo; y, 2) 0 el campo magnético terrestre se ha invertido periódicamente, pasando el polo Norte a ser el polo Sur y viceversa... La primera constatación reivindica definitivamente la teoría de la "deriva de los continentes", establecida en 1910 por el alemán Wegener. Pero el Paleomagnetismo no nos explica la existencia espaciada de los triángulos..
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No obstante, nos dice algo inquietante de veras: la Tierra se encuentra en el umbral de un cambio de polaridad (véase la gráfica adjunta). Es decir, que de un magnetismo normal pasaremos a un magnetismo invertido. ¿Cómo afectará este hecho en la vida de los seres que pueblan el globo? Misterio. No subsiste ningún testimonio vivo de un cambio de polaridad para contárnoslo... Quizás estos cambios de polaridad podrían explicar las épocas glaciales, la extinción de los grandes saurios e incluso la aparición del hombre. Pero nos estamos apartando del tema de nuestro artículo.

Se encontraba un día en mi casa el extraordinario Jean-Pierre Petit, que es lo más parecido a un hombre del Renacimiento de que hoy disponemos. Magnífico dibujante, músico, hombre de un vitalismo extraordinario, joven y dinámico, es también uno de los primeros sabios de Francia y de Europa. Es Directeur de Recherche de CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas), el máximo organismo de la ciencia francesa, y sus trabajos sobre Física (Magnetohidrodinámica) y Astrofísica (está fascinado por los informes de UMMO), han hecho época en el vecino país.

Estábamos hablando de la composición del globo terrestre. Como es costumbre en él, apoyaba sus vehementes palabras con rápidos y precisos dibujos, que después tiraba al suelo. Había ya un buen montón de papeles a nuestros pies, cuando de pronto se volvió hacia mi y me dijo:
-¿Sabes, Antonio? Sí pudiésemos poner el globo terrestre sobre esta mesa, se aplastaría bajo su propio peso. No es un cuerpo sólido, sino que es la fuerza de gravedad -la atracción hacia el centro de la Tierra- lo que mantiene su forma más o menos esférica. El planeta está compuesto de elementos cada vez más pesados (de mayor número atómico) conforme nos acercamos al núcleo.
Entonces fui en busca de una información científica soviética, que había recibido a través de la Agencia Novosti. Deseaba mostrársela a Petit.

-Mira, Jean-Pierre -le dije-. Este hallazgo soviético parece confirmar lo que tú dices. Y, como todos los descubrimientos geniales, desde la manzana de Newton hasta el "Eureka" de Arquímedes, se basa en un hecho banal, que sólo tiene sentido para el sabio.

Un huevo de Colón soviético

En efecto: Nikolai Koroviakov, ingeniero constructor de Tula, en la URSS, se hallaba un día en su casa, tomando tranquilamente el té que había preparado en su samovar, cuando al resolverlo, observó en la taza algo que le intrigó y que le hizo pensar. Según las leyes de la física clásica, las partículas de té deberían desbandarse bajo la acción de la fuerza centrífuga. Pero en este caso se habían reunido en el fondo de la taza. Koroviakov ya sabía que Albert Einstein, al presentar su informe a la Academia de Ciencias de Prusia en 1926, explicó este fenómeno con los flujos formados en el líquido en rotación. La velocidad angular en la parte inferior del embudo es notablemente menor que la registrada en la superior, y la fuerza centrífuga parece ser totalmente inexistente en esta zona. Este es el secreto del té en la taza.

El mundo científico aceptó sin muchas discusiones la explicación de Einstein, porque todos se inclinaban ante la autoridad del genial físico. Pero cincuenta años después, un ingeniero mecánico y diseñador de la ciudad rusa de Tuis decidió comprobarlo por vía experimental.

Fabricó un recipiente en forma de vaso y fijó su fondo en el eje de rotación. Lo llenó hasta los bordes con agua que contenía trocitos de hojas de té, y lo cerró con una tapa transparente. Luego hizo girar el vaso. Las particulas de té se dispersaron enseguida hacia las paredes. Koroviakov paró el vaso. El agua siguió girando por inercia, y los trocitos de té se juntaron en el fondo.

La estrella de cinco puntas

Según Einstein, el secreto radica en los flujos: al girar en un recipiente inmóvil, el agua sube en el borde y baja en el centro, provocando la diferencia de las velocidades angulares, etc.
Pero sucede que en el recipiente hidrodinámico y hermético de Koroviakov, el líquido sencillamente no tiene adonde subir o bajar: gira con la misma velocidad en cualquier punto del vaso. No hay flujo alguno. Sin embargo, los trocitos de té, al parar bruscamente el recipiente, también se reunen en el fondo, al centro.
En otro experimento, Koroviakov sustituyó los trocitos de té por unas partículas de plástico de distintos colores y peso. Al frenar la rotación, las partículas se precipitaban al centro en estricta sucesión: primero las más pesadas, luego las más ligeras. Y siempre formaban la misma figura: una especie de pentágono, o sea una estrella de cinco puntas.

El lector avisado -que es para quien escribo- ya empezará a adivinar hacia dónde voy... "Durante mucho tiempo no podía comprender explica Nikolai koroviakov- a qué se debía esto. ¿Por qué las partículas no formaban un círculo, un cuadrado o un triángulo? ¿Qué fuerzas les hacían adoptar esta disposición? Cientos y miles de veces hice girar y detuve después mi trompo. Describía en detalle el estado del objeto investigado, fijaba la hora. Y una vez noté que en el transcurso del día, el pentágono se desplazaba en dirección contraria a la rotación de la Tierra. ¿Qué significaba esto? Que mi trompo estaba orientado al Sol. En otras palabras, que se sometía a las mismas fuerzas que determinan la rotación de la Tierra en torno al Sol, así como la interacción de estos dos cuerpos celestes".

Así, pues, el trompo de Koriviakov se convirtió en un modelo de la rotación de nuestro planeta. Además, explicó el carácter de esa rotación, o sea que descubrió uno de los secretos de nuestro Universo.

Las leyes que rigen el huevo terrestre

¿Qué es la Tierra, sino un gigantesco trompo hidrodinámico? Por fuera, una envoltura cerrada: la corteza terrestre. Por dentro, un magma líquido, en el cual flota libremente el sólido núcleo terrestre. Podemos comparar este escenario con el vaso de té lleno de partículas en suspensión. O mejor aún, a un huevo con su cáscara, su clara y su densa yema.

Pero la corteza terrestre -la Tierra tiene más de 12000 kilómetros de diámetro- aún es más delgada respecto al planeta que la cáscara lo es respecto al huevo. En promedio, la corteza terrestre tiene 30 kilómetros de espesor. ¡Naturalmente que la Tierra se aplastaría bajo su propio peso, como apuntó Petit, sí pudiésemos ponerla sobre una mesa! (a la vista de estos datos, corroborados por la Geología y la Sismología, resultaban delirantes y absurdas todas las teorías sobre la Tierra hueca. Puede haber grandes cavidades subterráneas, pero estarían en la corteza, enorme a escala humana).

por Antonio Ribera
Fuente: Revista Año Cero. Abril 1991